12×12
Migración y cárceles
Hamza lleva casi tres años en Catalunya, proviene de Alger, capital de Algeria.
“La verdad es que no sé cuánto tiempo voy a estar aquí, depende del destino, podría irme ya y podría quedarme hasta… no sé, la verdad es que no lo sé…”
“La cosa que me hizo cambiar de país es que quería cambiar, yo mismo quería cambiar. Yo estaba en un mal camino y quería cambiar de costumbre, de amigos, de todo un poco, porque iba en el mal camino. (…) Llegué aquí desde Marsella en tren. Salí a la rambla y era viernes por la noche, había todo el mundo allí, y había fiesta y no sé qué más había y pensé uauu! Pensé que era fantástico…”
“Claro que regresaría un día a mi país, pero aún no. Porque tengo todo ahí, mi familia, es mi tierra y mi país, tengo que estar ahí, tienen que enterrarme en Argelia, ¿sabes?”
Gerson es un joven de Ciudad de Guatemala. Empezó a trabajar como modelo e interiorista, pero para poder prosperar tenía que cambiar de país.
“Dejé mi país porque no se puede salir adelante allá, el país es muy pobre y no se puede. Creo que aquí, buscando ayuda, podría salir adelante. (…) No vine aquí como inmigrante porque traía los papeles en orden, me vine en avión y todo muy bonito, demasiado bonito. (…). Solo echo de menos a mi familia, pero para salir adelante uno tiene que hacer cosas a veces, por eso estoy aquí.”
“Elegí España porque en Estados Unidos como que siguen más a los inmigrantes, y es como más difícil estar allá, por eso vine acá a España. (…) Mi futuro aquí es buscar trabajo, buscar formas para mejorar mi vida y poder traer mi familia aquí.”
Julián es de la pequeña ciudad de Dosquebradas, uno de los principales núcleos industriales de Colombia.
“La verdad es que de donde yo venía es muy peligroso, me mantenía envuelto en cosas raras y me iban a matar, y por eso me cambié de país. (…) Pues en Catalunya llevo dos, tres años, y un año y medio encerrado. No sé hasta cuándo me voy a quedar, pues cuando salga, a ver qué hago.”
“Uff, lo que más recuerdo de mi país es mi gente, mi familia, mis hermanos y la rumba, ¡uy! es lo que más. (…) No me lo pensaría dos veces, regresaría a mi país porque tengo toda mi familia allá, y a más ya pasó el peligro y me hace mucha falta Colombia, sí que regresaría…”
Mahmoud nació en Dakar, la capital de Senegal, y lleva 6 años en Catalunya
“Cambié de país por muchos motivos. Pensaba que cuando estuviera en España podría tener dinero, ayudar a mi familia, estas cosas. (…) Llegué en patera desde Mauritania hasta Tenerife. Cuando llegué me cogieron porque era menor, tenía 16 años, y me metieron en un centro de menores hasta los 18. (…) Yo llegué a Europa para tener un trabajo, tener un dinerito para poder ayudar a mi familia, para cambiar sus vidas y como están viviendo ahora allí, que es muy duro. Esto es lo que yo pensaba…”
“Éramos 93 personas en barco, pero no grande, tardamos 6 días para llegar a Tenerife. Yo nunca había estado en el mar ni nada, yo estaba vomitando mareado y todo. Había gente que estaba casi a punto de morir, pero llegaron todos. (…) Yo pensaba que era un barco, no un esto, un cayuco. Yo cuando pagué mi dinero me dijeron que era un barco, pagué 1.200 euros.”
“Yo vi mucha gente que vivía en Europa 5 años y luego volvían a mi país y tenían sus casas, sus coches, y yo digo: ¿de dónde sacan esta gente este dinero? Yo tiro aquí 20 años trabajando y no puedo tener ni una casa, pues, a ver cómo es Europa.”
Ismael nació en la capital de Ecuador, Quito, pero hace ya nueve años que vive en la ciudad de Hospitalet.
“Mi mamá me trajo para acá, yo no sabía, me vine chiquito y aquí estoy. (…) En estos momentos no regresaría a mi país, si regreso será de vacaciones. No volvería hasta que esté más viejo para morirme allá y quedarme ya siempre allá.”
“Cuando llegué aquí no me parecía nada fácil, veía a mi mama que trabajaba, trabajaba mucho, y aún lo sigue haciendo. Y no, de pequeñito no veía que la vida y la calle fuera fácil. (…) Siempre viví en Hospitalet, mi barrio es conflictivo como todo barrio, siempre había algo bueno. (…) Recuerdo estar en el colegio y fueron a buscar a uno y le cayeron a botellazos y no lo dejaron salir de la puerta de la entrada, todo el mundo tirando botellas ahí…”
Yassine no habla prácticamente castellano. Hace sólo tres meses que está en Catalunya. Su historia de cómo la vida lo llevó a Europa es la más singular de las que nos encontramos en este ejercicio.
Sáhara, como todo el mundo llama a Yassine en la Cárcel de Jóvenes, nació en Dajla, una capital de provincia de la antigua colonia española del Sahara Occidental, hoy ocupada por el reino de Marruecos.
En contra de su voluntad, con 15 años Yassine se fue a Marruecos para cursar estudios superiores, pero su apoyo a la independencia del Sáhara le generó graves problemas con la autoridad alauita y estuvo encerrado 8 meses en una cárcel marroquí. Cuando quedó en libertad, su familia puso todo de su parte para sacarlo del país, hasta lograr, previo pago, un falso visado marroquí para poder ir a Europa.
Romeo es dominicano, pero la mayor parte de su vida la ha pasado en el estado español.
“En realidad vine con ochos años y, por lo tanto, no podía decidir para dónde ir, es decir, me trajo mi madre. (…) Llevo en total aquí en Catalunya 11 años, y la verdad, no pensé para cuánto tiempo quedarme…”
“Echo de menos el país entero, y especialmente la comida dominicana. El arroz con bandule, leche de coco y chuletas… o la “bandera dominicana”, arroz, habichuelas y carne. (…) La vida en la República Dominicana depende, hay personas que lo pasan mal porque tienen muy muy muy poco dinero, y hay personas que lo pasan demasiado demasiado bien.”
Edwin vino de vacaciones a España en 2001 a visitar a su madre, y nunca regresó a Colombia.
“Nací en Colombia, soy colombiano. Mis padres emigraron cuando yo era pequeño, y ese fue el porqué yo me vine. (…) Me pensaba que España era más a lo grande, que era un país con más dinero. No el paraíso, pero cuando llegas aquí es muy diferente todo, ¿sabes?, te tienes que adaptar a una nueva cultura, una nueva forma de vivir distinta. Todo se te hace más raro, pero poco a poco te adaptas. (…) En Colombia hay mucha pobreza, pero la gente es muy alegre y se conforma con vivir con poco, muy humilde la gente.”
“Demasiadas muertes, todavía no se sabe cuándo va a acabar. Es un conflicto interno del país, entre los mismos colombianos. Está la guerra de las guerrillas, está la guerra del narcotráfico, la guerra de los sicarios, hay muchas guerras y no se acaban. Es un país de los más inseguros del mundo, aunque es un país muy bonito, a cualquiera que no lo conozca le diría que fuera.”
“Los presidentes de mi país no son que digamos… correctos, son todos unos corruptos. O sea que es muy difícil que haya justicia si hoy en día los políticos están todos cortados con la misma tijera.”
“Yo qué sé, por ejemplo aquí vas a escuchar un petardo, ¡poff! En Colombia no va a sonar un petardo, cuando suena un ¡poff!, la gente ya sabe que ha sonado un disparo y eso es que han matado a alguien. La gente ya sabe que ha muerto alguien, ¿entiendes?”
Samir partió de Alger, el mayor puerto del norte de África, hace casi diez años.
“Vine en un camión dentro de un barco y así llegué. Llegué a Almería y, como era pequeño, menor de edad, estuve en un centro de menores, y a partir de allí, he seguido así más o menos, en centros de menores y tal. (…) Olía algo raro este país, en serio, ¡eh! Tampoco nada malo, pero yo olía algo raro, no es como en mi país el típico olor que hay, es diferente.”
“Los recuerdos que tengo eran de cuando era chiquitito y jugaba con los amigos y tal, el barrio, la familia… (…) Con el tiempo sí que regresaría, porque es mi país, donde he nacido, donde tengo todo, donde tengo mi gente. Pero todavía no vuelvo. Todavía no tengo arreglada la vida ni aquí ni allá, entonces hasta que no haga mi vida y tal y cual, nada. Yo he venido para eso, para ganarme la vida y tal y cual. He llegado joven y ahora me toca trabajar, eso es lo que quiero.”
Andrés abandonó Colombia a los 10 años de edad. Ha pasado los últimos 10 en Catalunya.
“Bueno, yo vine para acá por mi madre. Ella llevaba de estar aquí unos 4 años. Pues ella me dijo que la vida sería mucho mejor, que estudiaría y que lo tendría todo, que tendría un futuro mejor, ya que aquí estaban mejor las cosas, tanto de trabajo como todo en general.”
“Echo de menos todo, en parte todo. Mi familia, las fiestas, la comida, las mujeres, las playas, ¡oh! Un poco de todo en general. La cultura y el ambiente allí es más festivo en general.”
Albert es un preso de 21 años nacido en el Maresme, en Premià de Mar.
“Me encanta mi pueblo. La gente siempre te ayuda, cualquier cosa te ayudan. Si vas a otros lugares la gente no es de esta manera. (...) Uf, mi vida allí era un desfase, me pasaba todo el día fumando y fumando y fumando ... No paraba de fumar y se me iba la cabeza, pero era fantástico.”
“Antiguamente nos juntábamos todos en mi casa, a veces éramos 15 o 20 personas en una habitación jugando a la consola y fumando. Un día mi padre vino y dijo: "¡¿Qué es esto, un burdel o que?!" ¡Todo el mundo fuera! Cuando empezaba a salir la gente, empezaba a poner la mano sobre las cabezas de las personas y fue contando 1 ... 2 ... 3 ... Nos pegó una bronca increíble, pero me lo pasé muy bien"
“Cuando salga, cuando salga... lo que me gustaría es hacer un curso de jardinería o auxiliar de enfermería, tener un trabajo e ir ahorrando céntimos, para más adelante comprarme una casa en medio de la montaña. Después vivir allí, olvidarme de la gente y estar más tranquilo...”
Silva nació en el norte de Brasil aunque se crió en Sao Paulo. Él nunca tuvo intención de estar en nuestro país.
“Un mal del destino, yo me iba a Turquía, no, en Turquía hacía escala, me iba a Japón a llevar una cosa que tenía. Por casualidad de la vida, pasé por aquí y algo salió mal y aquí estoy. Pero no es porque quiero, ni porque he buscado estar en España, simplemente aquí estoy, mala suerte.”
“No te puedo decir la impresión del pueblo español porque yo no estuve en la calle, ¿sabes? De momento aquí mi impresión es la cárcel. Me pensaba que era muy peligroso, rollo la cárcel de mi país, que la gente se mataba y eso. Y no, totalmente distinto, está todo muy tranquilo. (…) Cuando llegué a la Trinidad tuve un problema con un marroquí, y yo pensaba que tenía que matarme a puñaladas con él para ganarme el respeto. Tenía la mentalidad de mi país, ¿sabes? Y no, simplemente nos tuvieron que encerrar y ya. (…) Es muy diferente a mi país. Caí preso a los 17 en un centro de menores ahí, y en la primera pelea ya me apuñalaron. Después tuve que apuñalarle para ganarme el respeto. Solo estuve cinco meses y me apuñalaron, me llevaron desmayado a la enfermería, otra vez me partieron la cabeza… ¡Y en cinco meses!”
“Siempre se regresa a la tierra de donde uno vino. Está claro, tengo mucho camino atrasado, por eso tengo que volver con mi familia, con mis raíces.”
En la cárcel de Jóvenes de Catalunya, el 75% de los presos son inmigrantes de fuera de Europa, según datos oficiales. Del 25% restante, la mitad son europeos de origen extracomunitario. Entonces, nos encontramos con un dato aplastante dentro de la cárcel de Jóvenes de Cataluña: el 87,5% de los presos es de origen extranjero, casualmente, el colectivo con menos recursos económicos de nuestra sociedad.
Estas imágenes no tienen autor. Es casi imposible saber quién es el creador de cada uno de estos negativos de 6cm x 6cm, porque las 12 sesiones fotográficas en las que se hicieron las imágenes se desarrollaron en lo que, desde fuera, podría parecer un gran caos. Los fotógrafos se alternaban detrás de la cámara Bronica, hacían dos o tres tomas a presos de diferentes orígenes, y en pocos segundos aparecía un nuevo ojo detrás del visor. El resto del grupo medía la luz, movía focos o daba ideas al modelo. Cuando se terminaba el carrete, se terminaba la sesión.
Hacer un proyecto de retratos de medio formato no pretende ser la réplica fiel de la gran multiculturalidad que hay tras de los muros de nuestras cárceles. Este proyecto fue una simple excusa para juntar durante un rato a chicos de diferentes orígenes en un improvisado plató fotográfico, y hablar. Hablar de sus historias, de sus viajes, de sus recuerdos, de sus tierras. Testimonios que nos enseñan que el mundo no es blanco y negro, que no hay buenos y malos, sino que todo, por suerte, es más complejo.
Estas fotos y vídeos son el resultado de dejar medio olvidadas una cámara fotográfica y otra de vídeo encima de una mesa mientras se realizaba el proyecto “12×12 Migración y cárceles”. Cualquier interno que se encontrara desocupado, y con ánimos, podía coger la cámara y documentar lo que sucedía a su alrededor sin pretensión ninguna.
El resultado son estas imágenes que nos ilustran algunos mementos de cómo es el proceso de creación dentro de una cárcel. En un improvisado plató fotográfico, en la única aula casualmente vacía de la escuela de la Cárcel de Jóvenes de Catalunya, los mismos presos habían decidido realizar una serie de retratos psicológicos a internos de diferentes orígenes para mostrar que casi el 90% de internos es de origen migrante.