Kostya Smolyaninov
El proyecto Teografía de la calle fue creado durante 2006-2013 en varias ciudades de Ucrania, Polonia y Rusia. No es una sorpresa que gente ore en la iglesia, es por eso que me interesaban las manifestaciones de sentimientos religiosos en la vida cotidiana, en la calle. De ahí surgió la idea y el nombre del proyecto durante la investigación fotográfica. El conflicto entre la naturaleza íntima de la fe y la religiosidad pública, que a menudo es ostentosa, aparece fuertemente en la calle.
El proyecto Teografía de la calle fue creado durante 2006-2013 en varias ciudades de Ucrania, Polonia y Rusia. No es una sorpresa que gente ore en la iglesia, es por eso que me interesaban las manifestaciones de sentimientos religiosos en la vida cotidiana, en la calle. De ahí surgió la idea y el nombre del proyecto durante la investigación fotográfica. El conflicto entre la naturaleza íntima de la fe y la religiosidad pública, que a menudo es ostentosa, aparece fuertemente en la calle.
Dina Litovsky
El yermo vacío del desierto carece de sentimiento. No hay poesía en la superficie consumida, ni melancolía provocada por ráfagas de fina arena. En una playa o en un bosque, en una verde pradera o en la maravilla arquitectónica de alguna ciudad, uno se siente pasmado por la belleza del entorno, el liricismo de las asociaciones y los recuerdos. Pero en el repentino vacío de una tormenta de arena blanca en el desierto, únicamente hay soledad.
Mientras el sol es ocultado por el polvo y el horizonte se desdibuja, el primer momento ansioso de abandono se transforma en un sentimiento de libertad desmesurada. En este silencio vasto, desorientado, uno es dejado completamente a la inmediatez de la experiencia.
Es raro encontrar un espacio exento del ruido externo de la sobre estimulación. Pero es necesario para poder escuchar mejor el propio interior. El aislamiento de la tormenta de arena blanca trae consigo introspección y restaura los sentidos. La esterilidad del desierto se torna en oasis.
El yermo vacío del desierto carece de sentimiento. No hay poesía en la superficie consumida, ni melancolía provocada por ráfagas de fina arena. En una playa o en un bosque, en una verde pradera o en la maravilla arquitectónica de alguna ciudad, uno se siente pasmado por la belleza del entorno, el liricismo de las asociaciones y los recuerdos. Pero en el repentino vacío de una tormenta de arena blanca en el desierto, únicamente hay soledad.
Mientras el sol es ocultado por el polvo y el horizonte se desdibuja, el primer momento ansioso de abandono se transforma en un sentimiento de libertad desmesurada. En este silencio vasto, desorientado, uno es dejado completamente a la inmediatez de la experiencia.
Es raro encontrar un espacio exento del ruido externo de la sobre estimulación. Pero es necesario para poder escuchar mejor el propio interior. El aislamiento de la tormenta de arena blanca trae consigo introspección y restaura los sentidos. La esterilidad del desierto se torna en oasis.