ZoneZero
Colombia tierra de luz se propone como una serie de actos simbólicos de reparación a las víctimas de la violencia y las personas en condición de desplazamiento en diferentes lugares de Colombia, a través de la fotografía y el Arte como medio. Es un grito frente a tanto silencio y falta de interés en los marginados y afectados como consecuencia del conflicto armado, después de más de medio siglo de existencia. Es es un proyecto independiente, con recursos, ideas y tiempo propios, y no en representación de actores políticos, grupos económicos o segmentos sociales influyentes. Por lo tanto, su labor se constituye por sí misma, en una invitación a los demás Colombianos y comunidad internacional, a sumarse en la noble tarea de construir memoria histórica y reparar -de manera simbólica y emocional- a las víctimas y desplazados por el conflicto Colombiano.
Colombia tierra de luz se propone como una serie de actos simbólicos de reparación a las víctimas de la violencia y las personas en condición de desplazamiento en diferentes lugares de Colombia, a través de la fotografía y el Arte como medio. Es un grito frente a tanto silencio y falta de interés en los marginados y afectados como consecuencia del conflicto armado, después de más de medio siglo de existencia. Es es un proyecto independiente, con recursos, ideas y tiempo propios, y no en representación de actores políticos, grupos económicos o segmentos sociales influyentes. Por lo tanto, su labor se constituye por sí misma, en una invitación a los demás Colombianos y comunidad internacional, a sumarse en la noble tarea de construir memoria histórica y reparar -de manera simbólica y emocional- a las víctimas y desplazados por el conflicto Colombiano.
ZoneZero
Jorge Panchoaga comenta su libro La Casa Grande, en videoconferencia dentro del Diplomado en Fotonarrativa y Nuevos Medios del Campus Virtual de la Fundación Pedro Meyer. Noviembre 2013
Jorge Panchoaga comenta su libro La Casa Grande, en videoconferencia dentro del Diplomado en Fotonarrativa y Nuevos Medios del Campus Virtual de la Fundación Pedro Meyer. Noviembre 2013
Melissa Valenzuela y Ehekatl Hernández
La fotografía ha modificado no sólo sus dispositivos de captura, sino además, su espectro temático y por supuesto sus formas de difusión. Los soportes tradicionales como el papel o el libro fueron rebasados hace tiempo por los soportes digitales de millones de imágenes que cada día se comparten en la web y en dispositivos móviles. Con el devenir de los años y la evolución tecnológica han surgido formatos gráficos con una notable ventaja en cuanto a la calidad de la imagen, el uso de animaciones y la capa de interacción. Muchos de ellos, como la tecnología Flash, en su momento fueron innovadores y ampliamente explotados pero rápidamente reemplazados.
En este contexto uno de los formatos que ha acompañado a la web desde sus inicios es el GIF (Graphic Interchage Format), una tecnología desarrollada en 1987 por la empresa CompuServe. Mucho antes de que las resoluciones de pantalla y monitores permitieran desplegar miles o millones de colores con sofisticados algoritmos de compresión, como los JPG o PNG, el GIF ya estaba ahí permitiendo la inserción de gráficos a un máximo de 256 colores. Unos años después, una mejora permitiría incorporar el despliegue de más de un gráfico de manera secuencial, lo que permitió que por primera vez en la naciente web se pudieran crear modestas animaciones caracterizadas por su bajo peso y su rápido despliegue en navegadores sin plugins extras. Así nace el también conocido GIF animado.
Con el paso de los años muchos formatos poco a poco fueron quedando en desuso por su poca compatibilidad con nuevos dispositivos, por demandar gran cantidad de recursos de procesamiento para su correcto despliegue y visualización o depender de complejas herramientas para añadir animación e interactividad. Mientras tanto, el GIF ha seguido funcionando por su flexibilidad y compatibilidad con diversos sistemas, navegadores e incluso dispositivos móviles. De esta manera en fechas recientes se ha difundido su uso, ya no sólo limitándose a ser un recurso para publicistas y mercadólogos.
Bajo este esquema y partiendo de la irremediable tendencia actual hacia la inmediatez, el GIF fue tomado su lugar como un interesante instrumento de expresión y experimentación visual a partir de sus particulares cualidades técnicas, comunicativas y expresivas. Y es que los GIFS animados, permiten producir auténticas fotografías en movimiento donde se registran acciones cortas y repetitivas. La reproducción en loop (repetición infinita) hace énfasis en la idea de redundancia del momento, como consecuencia el instante se amplía, completa la acción y la enfatiza. El tiempo ya no queda suspendido para la eternidad, ahora es redundante. Tal es el caso de los llamados Cinemagraph, una variante del GIF animado donde el movimiento queda delimitado a una área o elemento específico de la toma. El GIF no busca congelar el instante sino insistir en él, reincidir una y otra vez en la imagen.
Se acorta entonces la brecha que existía entre fotografía, cine y video. Estos cuadros en movimiento aluden a las primeras películas cinematográficas de los hermanos Lumiere en las que se capturaban instantes de una acción y se reproducía la secuencia para emular el movimiento. A diferencia de aquellos tiempos, en la actualidad los espectadores están no sólo acostumbrados, sino sobresaturados de imágenes. El asombro ya no es el motor que guía la observación, sino más bien la identificación con un instante que se prolonga indefinidamente.
En contraste con la calidad visual del cine y la fotografía, los GIFS animados nos recuerdan la textura de esas primeras cámaras de video en donde no había profundidad y se visualizaba una imagen empastelada y de pobre calidad. El cine y la fotografía guardan cierta independencia expresiva y visual del video y el GIF. Estos medios aluden a diferentes conceptos pues sus modos de difusión son variados y la interacción con el público es distinta; establecen una relación con un espectador activo que da sentido una y otra vez a la imagen, que reconstruye y reinterpreta de acuerdo a distintos factores, que van desde la percepción y la relación de cada individuo con el tiempo, hasta factores externos como la interfaz o el dispositivo que soporta la imagen.
A pesar de esto, los contenidos que manejan los GIFs suelen nutrirse de imágenes extraídas precisamente de fotografías, películas o videos, y tratadas de tal manera que se hace énfasis en una acción concreta o en algunos elementos en movimiento. Las narrativas del GIF son efímeras pero reiterativas, descriptivas del instante y la acción, ahondan en los contenidos y en la capacidad de seducción y transmiten ideas y sentires, siendo siempre la acción en movimiento el eje de una construcción visual cargada de significados.
Poe ello no es de sorprenderse que este formato digital hoy sea explorado por artistas visuales y fotógrafos que lo aprovechan para producir imágenes en movimiento y escapar de las fórmulas de shots de cine, video o animación. Y aunque en un inicio pueda parecer complejo entender en qué espectro se desenvuelve el GIF animado, este formato ha convertido la limitación en el uso del tiempo como su mayor valor, cuyas posibilidades expresivas y conceptuales son extensas y aportan pautas para redefinir las nociones y conceptos, incluso a nivel teórico, de la evolución constante de la fotografía, la cual definitivamente no será la misma en los próximos años.
La fotografía ha modificado no sólo sus dispositivos de captura, sino además, su espectro temático y por supuesto sus formas de difusión. Los soportes tradicionales como el papel o el libro fueron rebasados hace tiempo por los soportes digitales de millones de imágenes que cada día se comparten en la web y en dispositivos móviles. Con el devenir de los años y la evolución tecnológica han surgido formatos gráficos con una notable ventaja en cuanto a la calidad de la imagen, el uso de animaciones y la capa de interacción. Muchos de ellos, como la tecnología Flash, en su momento fueron innovadores y ampliamente explotados pero rápidamente reemplazados.
En este contexto uno de los formatos que ha acompañado a la web desde sus inicios es el GIF (Graphic Interchage Format), una tecnología desarrollada en 1987 por la empresa CompuServe. Mucho antes de que las resoluciones de pantalla y monitores permitieran desplegar miles o millones de colores con sofisticados algoritmos de compresión, como los JPG o PNG, el GIF ya estaba ahí permitiendo la inserción de gráficos a un máximo de 256 colores. Unos años después, una mejora permitiría incorporar el despliegue de más de un gráfico de manera secuencial, lo que permitió que por primera vez en la naciente web se pudieran crear modestas animaciones caracterizadas por su bajo peso y su rápido despliegue en navegadores sin plugins extras. Así nace el también conocido GIF animado.
Con el paso de los años muchos formatos poco a poco fueron quedando en desuso por su poca compatibilidad con nuevos dispositivos, por demandar gran cantidad de recursos de procesamiento para su correcto despliegue y visualización o depender de complejas herramientas para añadir animación e interactividad. Mientras tanto, el GIF ha seguido funcionando por su flexibilidad y compatibilidad con diversos sistemas, navegadores e incluso dispositivos móviles. De esta manera en fechas recientes se ha difundido su uso, ya no sólo limitándose a ser un recurso para publicistas y mercadólogos.
Bajo este esquema y partiendo de la irremediable tendencia actual hacia la inmediatez, el GIF fue tomado su lugar como un interesante instrumento de expresión y experimentación visual a partir de sus particulares cualidades técnicas, comunicativas y expresivas. Y es que los GIFS animados, permiten producir auténticas fotografías en movimiento donde se registran acciones cortas y repetitivas. La reproducción en loop (repetición infinita) hace énfasis en la idea de redundancia del momento, como consecuencia el instante se amplía, completa la acción y la enfatiza. El tiempo ya no queda suspendido para la eternidad, ahora es redundante. Tal es el caso de los llamados Cinemagraph, una variante del GIF animado donde el movimiento queda delimitado a una área o elemento específico de la toma. El GIF no busca congelar el instante sino insistir en él, reincidir una y otra vez en la imagen.
Se acorta entonces la brecha que existía entre fotografía, cine y video. Estos cuadros en movimiento aluden a las primeras películas cinematográficas de los hermanos Lumiere en las que se capturaban instantes de una acción y se reproducía la secuencia para emular el movimiento. A diferencia de aquellos tiempos, en la actualidad los espectadores están no sólo acostumbrados, sino sobresaturados de imágenes. El asombro ya no es el motor que guía la observación, sino más bien la identificación con un instante que se prolonga indefinidamente.
En contraste con la calidad visual del cine y la fotografía, los GIFS animados nos recuerdan la textura de esas primeras cámaras de video en donde no había profundidad y se visualizaba una imagen empastelada y de pobre calidad. El cine y la fotografía guardan cierta independencia expresiva y visual del video y el GIF. Estos medios aluden a diferentes conceptos pues sus modos de difusión son variados y la interacción con el público es distinta; establecen una relación con un espectador activo que da sentido una y otra vez a la imagen, que reconstruye y reinterpreta de acuerdo a distintos factores, que van desde la percepción y la relación de cada individuo con el tiempo, hasta factores externos como la interfaz o el dispositivo que soporta la imagen.
A pesar de esto, los contenidos que manejan los GIFs suelen nutrirse de imágenes extraídas precisamente de fotografías, películas o videos, y tratadas de tal manera que se hace énfasis en una acción concreta o en algunos elementos en movimiento. Las narrativas del GIF son efímeras pero reiterativas, descriptivas del instante y la acción, ahondan en los contenidos y en la capacidad de seducción y transmiten ideas y sentires, siendo siempre la acción en movimiento el eje de una construcción visual cargada de significados.
Poe ello no es de sorprenderse que este formato digital hoy sea explorado por artistas visuales y fotógrafos que lo aprovechan para producir imágenes en movimiento y escapar de las fórmulas de shots de cine, video o animación. Y aunque en un inicio pueda parecer complejo entender en qué espectro se desenvuelve el GIF animado, este formato ha convertido la limitación en el uso del tiempo como su mayor valor, cuyas posibilidades expresivas y conceptuales son extensas y aportan pautas para redefinir las nociones y conceptos, incluso a nivel teórico, de la evolución constante de la fotografía, la cual definitivamente no será la misma en los próximos años.
Jorge Panchoaga
La Casa Grande es un trabajo que reflexiona en torno a la familia indígena del Cauca que vive hoy. Es un acercamiento al territorio como escenario social indispensable para construir una identidad cultural y a la vez pervivir en el tiempo a pesar de los embates del conflicto armado, la estigmatización y el ritmo de vida moderna que desea el país. La identidad es de gran importancia en los últimos tiempos y la individualización social ha sido un fenómeno constantemente arraigado a la forma de entender este aspecto social: sustraer al individuo de la condición grupal para convertirlo en civil. Este trabajo señala la importancia de la unión para la pervivencia y resistencia, al tiempo que reflexiona sobre grandes pilares de la construcción de identidad indígena: la comunidad, la casa, la familia, la herencia cultural y la necesidad sentida de un territorio para vivir. Ambaló, el resguardo donde han sido tomadas estas imágenes, asemeja un país en paz y calma, deseo de todos los que habitamos Colombia; este panorama señala de forma contradictoria la imagen que hoy por hoy tenemos del Cauca como uno de los departamentos con mayor conflicto armado y mayor desplazamiento forzado en el país. Las imágenes del siguiente trabajo nos llevan a espacios íntimos donde reconocemos el valor que tienen para la vida estas historias que se viven en la casa, un lugar que ha sido arrebatado para muchos caucanos hoy. La luz es usada en este trabajo como un elemento para develar otros mundos posibles a través de la cámara oscura realizada en cada una de las casas. Cada imagen transforma el afuera cotidiano, permitiendo imaginarnos que un Cauca y un país en paz y abundancia es posible, con la capacidad que tenemos todos de imaginar un mundo más mágico y lleno de respeto por la vida.
“Vinculó su vida a la amargura
de aquellos que por techo tienen el amplio firmamento
por lecho el duro suelo
y por almohada, sus tristes pensamientos.”
Ninfa Aracely Manzano,
Más allá de mis tristezas, Popayán, 2009
El departamento del Cauca es históricamente un territorio de importancia social y geográfica para el territorio que hoy conocemos como Colombia. Primero, como un enclave indígena donde convivían los pueblos Pishau, Nasa, Coconuco, Misak y Ambaló, entre muchos otros, en comercio y relaciones interétnicas políticas y de intercambio. A la llegada española este territorio ya estaba habitado; en 1537 Ampudia y Añasco combatieron a los pueblos indígenas comandados por el Cacique Payan y Calambas en una lucha de treinta días en la cual, por superioridad armamentista, cayeron los caciques vencidos. Luego de la guerra, dando muestra que la lucha no era la única estrategia para resistir, sobrevino una hambruna de tal magnitud que durante meses no se encontró nada para comer: “en un acto de resistencia suicida decidieron entonces, negarse a sembrar y cultivar, con la esperanza de ver salir al invasor de sus dominios” dice el cronista Andagoya. La vida social colonial estuvo marcada por la subordinación y la explotación indígena de manera controlada como fruto y recompensa de la campaña de conquista. Posteriormente en el proceso independista y de construcción del Estado-nación, el Cauca participó activamente con soldados y lucha; en este escenario se hizo evidente una relación secular entre el individuo, su patrimonio y su heredad; la tierra constituyó el suelo natal, la conversión más sentida de la patria, todo encaminado a obviar lo local en función de lo nacional y su identidad, ocultando las historias singulares y diversas en favor de una historia única y nacional.
En la carta de 1821 emitida por los cabildantes de Popayán al nuevo centro de poder: Bogotá. Se reprodujeron dentro del nuevo orden nacional las relaciones de subordinación social, política y económica que caracterizaban la vida social indígena en la colonia. Las leyes republicanas buscaron favorecer el sistema de hacienda en deterioro de la figura del resguardo obteniendo mano de obra gratis con los poblados indígenas. Así las cosas, la Independencia no cambió las condiciones, pese a ello los indígenas resistieron con su tradición y forma de vida. En 1991 se reconoce la virtuosa diversidad cultural del país, pero el territorio se encuentra sumergido hace décadas en una guerra de la cual ha sido imposible salir. Para el año 2012 diversos informes señalan al departamento del Cauca como el escenario social donde más familias fueron desplazadas de manera forzada; en total se estima que más de 700 mil personas abandonaron sus pertenencias y su espacio de vida por distintos aspectos entre los que resalta el conflicto armado. La resistencia en todos estos escenarios se ha hecho presente, no siempre como un acto estrictamente político o de protesta sino más bien como un acto cotidiano donde la heredad, las historias familiares y la vida en comunidad prevalecen, pues la resistencia se siembra en la Casa Grande: el territorio.
La porción de cielo que le corresponde mirar a cada ser humano en su infancia se relaciona íntimamente con el territorio en que nació para vivir con su familia, y su ventana, con lo heredado por los mayores para relacionar la construcción de una identidad con la tierra y sus semejantes, construyendo de esta manera una idea de mundo. La casa como primer escenario social plantea el propósito de consolidar el núcleo social básico de toda comunidad; es aquí donde las diferencias culturales se establecen, donde las historias y mitos se transmiten para identificarnos y donde el cosmos del universo se construye particular y dinámico en cada sociedad. A su vez, es en la casa y la familia donde la diferencia nos une, pues somos herederos todos del conocimiento de nuestros mayores, vivimos en espacios similares, dormimos en habitáculos distintos que se parecen y usamos herramientas para subsistir y relacionarnos con nuestro entorno. En la casa todos hacemos parte integral de un mundo cósmico y vital al que pertenecemos y al mismo tiempo un mundo que nos espera para construir en la dialéctica de la vida.
Las cámaras oscuras1 han sido construidas con las familias y los amigos que he hecho a lo largo de este trabajo. Entrar (al)* territorio, a cada habitáculo y espacio de la casa, constituye y representa ese proceso histórico e identitario donde familia, cultura y territorio se entrelazan como una unidad insondable e imposible de desfragmentar. La cocina como mejor espacio para transmitir el conocimiento de los mayores. El cuarto como escenario para soñar con mundos posibles. Las paredes para colgar los recuerdos que nos señalan nuestro devenir social. A su vez, las imágenes invertidas nos recuerdan esa posibilidad de transformar nuestra realidad.
Los retratados: objetos y personas. Me acercaron a la cotidianidad, a los símbolos históricos, y al mismo tiempo me permitían entender su forma de vida y el carácter de cada persona. Muchos retratos resultan anónimos en esta serie no porque no tengan nombre sino por resaltar el valor de la unión como conjunto y por crear esa posibilidad de ser cada uno de nosotros. Finalmente, las casas han sido iluminadas con las linternas de cada familia, muchas veces también han sido fotos obturadas por los habitantes de cada hogar mientras yo pintaba la casa con la luz de su linterna. El ejercicio nos ha permitido entender que imaginar y unirnos es indispensable para construir.
Las imágenes aquí presentadas parten de esa construcción de amistades y de mi curiosidad por entender la histórica resistencia indígena. Son un trabajo en conjunto para retratar la cotidianidad y realizar una labor pocas veces asumida por la fotografía: la labor de imaginarnos nuevas realidades posibles, dinámica indispensable en la filosofía epistémica de construir nuevos mundos, uno donde la casa y la tranquilidad de la familia caucana y colombiana sea posible.
1 La cámara oscura es un instrumento óptico que permite obtener una proyección plana de una imagen externa sobre la zona interior de su superficie. Constituyó uno de los dispositivos ancestrales que condujeron al desarrollo de la fotografía. Los aparatos fotográficos actuales heredaron la palabra cámara de las antiguas cámaras oscuras. Consiste en una caja cerrada y un pequeño agujero por el que entra una pequeña cantidad de luz que proyecta en la pared opuesta la imagen del exterior. El orificio funciona como una lente convergente y proyecta, en la pared opuesta, la imagen del exterior invertida tanto vertical como horizontalmente.
La Casa Grande es un trabajo que reflexiona en torno a la familia indígena del Cauca que vive hoy. Es un acercamiento al territorio como escenario social indispensable para construir una identidad cultural y a la vez pervivir en el tiempo a pesar de los embates del conflicto armado, la estigmatización y el ritmo de vida moderna que desea el país. La identidad es de gran importancia en los últimos tiempos y la individualización social ha sido un fenómeno constantemente arraigado a la forma de entender este aspecto social: sustraer al individuo de la condición grupal para convertirlo en civil. Este trabajo señala la importancia de la unión para la pervivencia y resistencia, al tiempo que reflexiona sobre grandes pilares de la construcción de identidad indígena: la comunidad, la casa, la familia, la herencia cultural y la necesidad sentida de un territorio para vivir. Ambaló, el resguardo donde han sido tomadas estas imágenes, asemeja un país en paz y calma, deseo de todos los que habitamos Colombia; este panorama señala de forma contradictoria la imagen que hoy por hoy tenemos del Cauca como uno de los departamentos con mayor conflicto armado y mayor desplazamiento forzado en el país. Las imágenes del siguiente trabajo nos llevan a espacios íntimos donde reconocemos el valor que tienen para la vida estas historias que se viven en la casa, un lugar que ha sido arrebatado para muchos caucanos hoy. La luz es usada en este trabajo como un elemento para develar otros mundos posibles a través de la cámara oscura realizada en cada una de las casas. Cada imagen transforma el afuera cotidiano, permitiendo imaginarnos que un Cauca y un país en paz y abundancia es posible, con la capacidad que tenemos todos de imaginar un mundo más mágico y lleno de respeto por la vida.
“Vinculó su vida a la amargura
de aquellos que por techo tienen el amplio firmamento
por lecho el duro suelo
y por almohada, sus tristes pensamientos.”
Ninfa Aracely Manzano,
Más allá de mis tristezas, Popayán, 2009
El departamento del Cauca es históricamente un territorio de importancia social y geográfica para el territorio que hoy conocemos como Colombia. Primero, como un enclave indígena donde convivían los pueblos Pishau, Nasa, Coconuco, Misak y Ambaló, entre muchos otros, en comercio y relaciones interétnicas políticas y de intercambio. A la llegada española este territorio ya estaba habitado; en 1537 Ampudia y Añasco combatieron a los pueblos indígenas comandados por el Cacique Payan y Calambas en una lucha de treinta días en la cual, por superioridad armamentista, cayeron los caciques vencidos. Luego de la guerra, dando muestra que la lucha no era la única estrategia para resistir, sobrevino una hambruna de tal magnitud que durante meses no se encontró nada para comer: “en un acto de resistencia suicida decidieron entonces, negarse a sembrar y cultivar, con la esperanza de ver salir al invasor de sus dominios” dice el cronista Andagoya. La vida social colonial estuvo marcada por la subordinación y la explotación indígena de manera controlada como fruto y recompensa de la campaña de conquista. Posteriormente en el proceso independista y de construcción del Estado-nación, el Cauca participó activamente con soldados y lucha; en este escenario se hizo evidente una relación secular entre el individuo, su patrimonio y su heredad; la tierra constituyó el suelo natal, la conversión más sentida de la patria, todo encaminado a obviar lo local en función de lo nacional y su identidad, ocultando las historias singulares y diversas en favor de una historia única y nacional.
En la carta de 1821 emitida por los cabildantes de Popayán al nuevo centro de poder: Bogotá. Se reprodujeron dentro del nuevo orden nacional las relaciones de subordinación social, política y económica que caracterizaban la vida social indígena en la colonia. Las leyes republicanas buscaron favorecer el sistema de hacienda en deterioro de la figura del resguardo obteniendo mano de obra gratis con los poblados indígenas. Así las cosas, la Independencia no cambió las condiciones, pese a ello los indígenas resistieron con su tradición y forma de vida. En 1991 se reconoce la virtuosa diversidad cultural del país, pero el territorio se encuentra sumergido hace décadas en una guerra de la cual ha sido imposible salir. Para el año 2012 diversos informes señalan al departamento del Cauca como el escenario social donde más familias fueron desplazadas de manera forzada; en total se estima que más de 700 mil personas abandonaron sus pertenencias y su espacio de vida por distintos aspectos entre los que resalta el conflicto armado. La resistencia en todos estos escenarios se ha hecho presente, no siempre como un acto estrictamente político o de protesta sino más bien como un acto cotidiano donde la heredad, las historias familiares y la vida en comunidad prevalecen, pues la resistencia se siembra en la Casa Grande: el territorio.
La porción de cielo que le corresponde mirar a cada ser humano en su infancia se relaciona íntimamente con el territorio en que nació para vivir con su familia, y su ventana, con lo heredado por los mayores para relacionar la construcción de una identidad con la tierra y sus semejantes, construyendo de esta manera una idea de mundo. La casa como primer escenario social plantea el propósito de consolidar el núcleo social básico de toda comunidad; es aquí donde las diferencias culturales se establecen, donde las historias y mitos se transmiten para identificarnos y donde el cosmos del universo se construye particular y dinámico en cada sociedad. A su vez, es en la casa y la familia donde la diferencia nos une, pues somos herederos todos del conocimiento de nuestros mayores, vivimos en espacios similares, dormimos en habitáculos distintos que se parecen y usamos herramientas para subsistir y relacionarnos con nuestro entorno. En la casa todos hacemos parte integral de un mundo cósmico y vital al que pertenecemos y al mismo tiempo un mundo que nos espera para construir en la dialéctica de la vida.
Las cámaras oscuras1 han sido construidas con las familias y los amigos que he hecho a lo largo de este trabajo. Entrar (al)* territorio, a cada habitáculo y espacio de la casa, constituye y representa ese proceso histórico e identitario donde familia, cultura y territorio se entrelazan como una unidad insondable e imposible de desfragmentar. La cocina como mejor espacio para transmitir el conocimiento de los mayores. El cuarto como escenario para soñar con mundos posibles. Las paredes para colgar los recuerdos que nos señalan nuestro devenir social. A su vez, las imágenes invertidas nos recuerdan esa posibilidad de transformar nuestra realidad.
Los retratados: objetos y personas. Me acercaron a la cotidianidad, a los símbolos históricos, y al mismo tiempo me permitían entender su forma de vida y el carácter de cada persona. Muchos retratos resultan anónimos en esta serie no porque no tengan nombre sino por resaltar el valor de la unión como conjunto y por crear esa posibilidad de ser cada uno de nosotros. Finalmente, las casas han sido iluminadas con las linternas de cada familia, muchas veces también han sido fotos obturadas por los habitantes de cada hogar mientras yo pintaba la casa con la luz de su linterna. El ejercicio nos ha permitido entender que imaginar y unirnos es indispensable para construir.
Las imágenes aquí presentadas parten de esa construcción de amistades y de mi curiosidad por entender la histórica resistencia indígena. Son un trabajo en conjunto para retratar la cotidianidad y realizar una labor pocas veces asumida por la fotografía: la labor de imaginarnos nuevas realidades posibles, dinámica indispensable en la filosofía epistémica de construir nuevos mundos, uno donde la casa y la tranquilidad de la familia caucana y colombiana sea posible.
1 La cámara oscura es un instrumento óptico que permite obtener una proyección plana de una imagen externa sobre la zona interior de su superficie. Constituyó uno de los dispositivos ancestrales que condujeron al desarrollo de la fotografía. Los aparatos fotográficos actuales heredaron la palabra cámara de las antiguas cámaras oscuras. Consiste en una caja cerrada y un pequeño agujero por el que entra una pequeña cantidad de luz que proyecta en la pared opuesta la imagen del exterior. El orificio funciona como una lente convergente y proyecta, en la pared opuesta, la imagen del exterior invertida tanto vertical como horizontalmente.